Pr 7:4 Dí a la sabiduría: Tú eres mi hermana, Y a la inteligencia llama parienta.
La sabiduría y la inteligencia, te blinda de ser tomado por tonto; y te asiste en las decisiones que demandan toda tu atención.
Hacen relumbrar la mente del nuevo hombre y se sirve de la virtud que hay en Cristo, para expresar no la opinión personal, sino la aptitud sublime de advertir lo que viene; y recibir consejo de lo que es justicia, juicio y equidad.
La sabiduría y la inteligencia son sus hermanas y parientas, de Cristo, si es que me permiten así decirlo, que nos deben rodear, al punto que del más leve respiro nuestro se desprenda su prudencia.
Para ser sabio e inteligente, sólo se necesita pedir, porque la infraestructura espiritual instalada en el nuevo hombre te habilita para ejercerlo. Cuando nacemos de nuevo somos como aquellos empleados nuevos en la fábrica, no sabemos dónde está todo, por eso se nos da guías o alguien encargado que nos encaminan y nos familiarizan diciéndonos dónde está todo; así mismo, tenemos Ayos y maestros que con el Espíritu de Cristo nos muestran este funcionamiento.
Éstos nos enseñan que a través de la sabiduría e inteligencia, Dios rescata el entendimiento del hombre que tenía a inicios del Edén, para que éste entienda la eternidad que a puesto dentro suyo.
Si somos hermanos de Cristo; la sabiduría y la inteligencia, son mis hermanas también.
Cristo nos enseña el principio de Is 43:10, que Cristo nos permite conocer(yada) a Dios, Jn 1:18; este conocer consiste en vivir experimentando la paternidad que Cristo ostentó cuando estuvo en la tierra, ésta experiencia produce en nosotros creerle a Dios; dándonos el entendimiento de hablar misterios, aquella sabiduría oculta que Dios preparó antes de los siglos para nuestra Gloria.
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