Existen dos historias en el mundo, la historia de Cristo y su cuerpo (la iglesia), y la historia de Babilonia (el hombre) y sus culturas (sistemas).
La interpretación del sueño de Nabucodonosor por Daniel es la imagen y semejanza de la historia del hombre sin Dios. Babilonia hace su aparición narrativa en el Génesis y llega hasta el Apocalipsis. Esta historia tiene una imagen cuya cabeza es Babilonia y su cuerpo los reinos que fueron, que son y serán hasta aquel tiempo.
Los Hijos de Dios también cuentan con una imagen cuya cabeza es Cristo; y su cuerpo, la iglesia.
Nos asusta creer que podamos tener una imagen y semejanza, olvidando que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, Gn 1:26-27.
Vemos en Éxodo 20:4, que dice no te harás imagen y ninguna semejanza..., lo cual genera cierta confusión al creer que se refiere a lo mismo.
Las palabras en el original del Génesis para imagen y semejanza, no son las mismas para imagen y semejanza de Éxodo 20, con esto se supera cualquier intento de interpretación de los textos ya mencionados.
La imagen y semejanza que se refiere en Génesis 1, es la de Cristo y su Iglesia, que son la cabeza y su cuerpo respectivamente. No digo que sea la única interpretación, sino que también se desprende de esta.
La imagen del sueño de Nabucodonosor, la hizo el hombre; mientras que la de Cristo y su Iglesia la formó Dios.
La Historia de Dios tiene su imagen, cuya cabeza es Cristo y su cuerpo la Iglesia.
La historia del hombre tiene su imagen cuya cabeza es Babilonia; y su cuerpo, los imperios y sus sistemas.
La Historia de Dios tiene que empezar a ser narrada desde la certidumbre del Espíritu, y comunicar a los Nacidos de Nuevo que han sido injertados a ésta. En términos de este escrito, quiero decir, que el Nacido de Dios empieza a vivir la historia de Cristo, una Historia redactada en los pergaminos de la Eternidad, por tal razón existen rollos allá arriba.
En la escala de Dios la epopeya y la Ilíada, son cuentos para niños; con relación a la Historia que hay que vivir en Cristo. El deseo humano encuentra su primer linde al chocar con la narrativa de Dios. Dios es un escritor y Cristo la más excelsa expresión de su inspiración, por algo no en vano se le llama a Él, la palabra.
La Historia de Cristo tiene muchos actos, donde los Hijos están incluidos, estos actos la Biblia les llama “las obras que Dios preparó de ante mano para que anduviésemos en ellas”, Ef 2:10. La Palabra si lo sabemos leer bien, también es el libreto de la Historia de un Cristo que vive hoy.
Los Nacidos de Nuevo tienen que ser notificados que su vida está escondida en Él, Col 3:3-4, que decir, que lo que le sucede al Cristo que vive dentro, me tiene que pasar a mi también. Esta verdad provoca cierta presión en el alma del Hombre, que tiene que ser atendida con una correcta difusión del Evangelio post Nacimiento. Porque el Evangelio no solo explica la verdad de Cristo a toda criatura, sino que esta enseña a los Hijos de Dios a como vivirla. Y no me refiero a las reuniones de lápiz y papel, sino a los lugares de reunión donde la Palabra es grabada con el dedo de Dios en el corazón.
La Mente de Cristo nos acerca a este entendimiento y es menester de cada uno de nosotros perseverar en ello.
Su Fe es vital en este asunto, sin ella sería imposible vivirlo, no en vano se dice: ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí; y lo que vivo en la carne lo vivo en la “Fe del Hijo de Dios”, es llevar este asunto a un plano mayor de entendimiento.
Nuestra verdadera vida solo puede empezar cuando Cristo se convierte en nuestra vida, y ésta adjudicación solo es posible por su sustancia. Esta conquista tramita que su Vida gobierne y sea manifestada en la nuestra. Y esa manifestación también se le puede llamar “vivir la Historia de Cristo acá en la Tierra”.
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