Familia ADR

«La Mente de Cristo te permite planificar la reforma que tú generación demanda para calzar en la potestad de Dios(Hch 26:18)»

martes, 16 de julio de 2019

EL CUERPO DE CRISTO



#lamentedeCristoelprimerdia
Ef 2: 19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.
Formar parte de la familia de Dios es haber nacido desde la resurrección de JesúsCristo. La resurrección define una participación en los negocios del Padre; que no se enfoca por la decisión de un individuo, sino por la vocación que radica de su naturaleza divina.
2Pe 1: 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina...
Esta participación te hace socio con Dios, en sus asuntos, una sociedad de índole familiar que reclama un desenvolvimiento impecable en los negocios del Reino de Dios.
Lc 8: 21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
Esta es la familia de Dios, y es desde esta familiaridad en que la sociedad con Dios, se desenvuelve.
En mi opinión, no se puede hablar de Reino, sino se tiene claro su naturaleza; no se puede hablar de Reino, sino se puede distinguir si somos o no participantes de esta naturaleza; no se puede hablar de Reino, sino se retiene los valores  de la familia de Dios.
El Reino de Dios, ya era antes que el hombre fuese, sin embargo fue encargado al hombre su administración bajo un diseño, el diseño ADAM.
Gn 5: 2 Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos ADAM.
El Reino inició con ADAM, es decir, el matrimonio, que da origen a la familia. La familia desde este ámbito es poner en marcha la fructificación y multiplicación de este diseño, el ADAM, es decir, la imagen y semejanza de Dios desde el huerto; hoy no es así, ya que reproducimos sobre la tierra la imagen y semejanza de Adán y Eva, la versión corrupta del diseño ADAM.
Se tiene que transicionar hacia el modelo, dado el caso, más cercano que tenemos de ese primer matrimonio; José y María, los padres de Jesús. Ni Dios dejó a Jesús sin una figura paterna sobre la tierra, es absurdo pensar que los hijos crecerán saludablemente en sus emociones, con la falta de uno de ellos. El divorcio, rompe ese diseño; que ahora es tan común entre los cristianos como lo es en el mundo. El favor que le podemos hacer al Reino, tanto los casados como los divorciados, es dedicar toda una vida para que eso no se repita. El divorcio no se evita con consejería de pareja, eso ayuda, pero no es suficiente. El divorcio se evita, antes del matrimonio, educando a los hijos y a los jóvenes, notificándoles que no es un asunto de meras emociones; las involucra, sí; sino que es una gestión divina.
El Nuevo Nacimiento, es también abrir los ojos hacia una nueva realidad, que mi primera maestra es mi nueva naturaleza, la divina, y que descubrirla y tener acceso a ella, es más que una prioridad. Esta naturaleza gobierna y me educa en los protocolos de Reino, sumergidos en cada uno de los nacidos, como los códigos que encienden comportamientos y conocimientos no aprendidos por métodos naturales, sino escritos por el dedo de Dios en la entraña de cada uno de sus Hijos. Un ejemplo las aves, cuando llegan a cierta edad se activan en ellos una habilidad de hacer unos sofisticados nidos, que nosotros si quisiéramos hacer lo mismo, usaríamos regla, compás, papel, lápiz, etc. Y ellos lo ejecutan con tal destreza, que asombra, así mismo, hemos dejado de ver la creación, como debiéramos verla, porque la creación es la “segunda maestra”, después de nuestra “nueva naturaleza”, que nos da también, entendimiento de lo invisible de Dios.
Ro 1: 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
Esta naturaleza nos recluta para el reino, no por decisión, sino por condición, y esta condición nos afilia al Reino de Dios, que es también su cuerpo, el de Cristo.

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